Otras nubes (Rialp, 2019)



Otras nubes, su primer libro de poemas impreso, le valió un accésit del Premio Adonáis «por su capacidad de introspección, la destreza para transmitir experiencias sensoriales y la variedad y riqueza de sus planteamientos poéticos», según manifestó el jurado. Con un título tomado de una cita de Ramón Gómez de la Serna, el volumen se concibe como una unidad, en la que cada composición es un ejercicio de inteligencia y de intuición literaria, fruto de la observación de la realidad cotidiana, orientada sobre todo a varios frentes: familia (hermana, abuela…) y primeros amores; personajes de la vida diaria de Madrid, como la panadera de Puerta de Arganda, y distintas experiencias de diversa índole de carácter indagatorio. Al mismo tiempo, Otras nubes es la expresión de una manera de entender la poesía, en la que una amable ironía, un vivo ingenio y mucha lucidez y sensibilidad para desvelar los entresijos de la vida desvelan a un poeta, aunque joven, con un estilo ya propio, de enorme sabiduría lírica.

Reseñas y críticas
Presentación en La casa encendida

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Poemas del libro

La historia es injusta repartiendo eternidades
En 1977, en la grabación de una conferencia de Borges, un hombre tose;
junto con la inmortal palabra de Borges queda
la inmortal tos de un anónimo constipado.
Entonces yo pienso en cómo está repartida la eternidad
entre los hombres;
pienso en el obrero (indivisible individuo)
que pasó a la historia como la compleja abstracción de un filósofo alemán
con cierto parecido al Papá Noel de Coca-Cola,
o aquel que fabricó el pincel con el que se pintaron Los girasoles
o el artesano de espejos cuya obra culmina cuando la compra un guapo
o el cristalero que enmarcó el bello paisaje de esta habitación
o, en otro orden de cosas, cómo se llamaría el talón antes de que muriera Aquiles.
Se trata de un trabajo complementario
entre la tos y la voz,
el pincel y el cuadro,
el cristal y el espejo y su paisaje.
Aunque no lo merezca,
déjame toser cuando converses de tu vida.


Despoblación
A mi padre
Durante las siestas de agosto en Mara
nos hundíamos en las dunas calientes
del granero por puro aburrimiento.
El soplido perezoso
del viento entre las colinas
acariciaba mi cara
–más suave que la tuya–
y las amapolas de la mente se mecían
como haciendo cosquillas al niño que fuiste.
Volvemos este verano de paso
–sin tiempo para dormir–
y el polvo de las nubes del horizonte
aparece sin que sepamos
cómo en nuestros bolsillos:
el pasado, aquí, parece el único
destino comprensible.


Solo tengo un reloj
Solo tengo un reloj como Fray Luis una elegía
y lo perdí en el río.
No quise enturbiar el agua
y pensé en la ironía de perder el tiempo
con una correa rota que da la razón a Heráclito.